El FMI dijo esta semana que Argentina debe acelerar la acumulación de reservas internacionales para volver a entrar con fuerza en los mercados financieros. Pero la realidad local pinta diferente: la ausencia de un plan claro y sostenido para comprar dólares genera dudas sobre la capacidad del país para cumplir con esa meta. Varios analistas advierten que el objetivo resulta cada vez más irrealista.

El problema de fondo es que la actual política monetaria, lejos de priorizar la reserva, sigue enfocada en cambios de corto plazo y en evitar devaluaciones abruptas. Esa estrategia —dicen críticos— ignora que sin un colchón de reservas, Argentina queda expuesta a nuevos choques cambiarios.

El resultado más probable: otro incumplimiento de metas con el FMI, lo que podría derivar en condicionalidades adicionales, pérdida de confianza y nuevas turbulencias económicas. En ese contexto, muchos economistas sostienen que las metas de acumulación deberían replantearse, ya que no reflejan la realidad estructural del país.

Mientras tanto, millones de argentinos siguen sufriendo por la inflación, la caída del salario real y la pérdida de poder adquisitivo. El debate sobre reservas tiene un costo real en el bolsillo de la gente: sin estabilidad monetaria ni previsibilidad, la economía real —no las cifras macro— será la más afectada.

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